De la Costa Adriática a las Montañas del Durmitor
En mayo de 2025 recorrimos Montenegro de sur a norte, siguiendo una ruta que combina historia mediterránea, arquitectura barroca y paisajes de montaña de una belleza casi irreal. Este pequeño país balcánico, apenas 300 km de largo, concentra algunos de los enclaves más fascinantes del Adriático y del interior balcánico. A continuación, un relato detallado y corregido de nuestra experiencia, con recomendaciones prácticas y curiosidades que enriquecen cada parada.
Ulcinj: El rincón más meridional y la leyenda de Cervantes
Ulcinj, la ciudad más al sur de Montenegro, conserva un aire de frontera entre el Adriático y los Balcanes. Su casco antiguo, encaramado sobre un promontorio rocoso, fue durante siglos refugio de corsarios. La tradición local asegura que Miguel de Cervantes estuvo preso aquí entre 1575 y 1579, capturado por el pirata albanés Karadoz (o Kara Mahmud). Aunque los historiadores discuten la exactitud, lo cierto es que Cervantes menciona “Dulcinea del Toboso” y “la ínsula Barataria” en pasajes que coinciden sospechosamente con topónimos y paisajes de Ulcinj y la cercana isla de Ada Bojana.

El antiguo Mercado de Esclavos, único vestigio de este comercio en los Balcanes, es hoy una tranquila plaza rodeada de cafés. En la Ciudad Vieja predominan las casas de piedra con balcones de madera de influencia otomana y veneciana. Desde el mirador del castillo (entrada 2,5 €), el atardecer tiñe de oro la larga playa de Velika Plaža y el delta del río Bojana.

Recomendación gastronómica: En el Restaurant Antigone (junto al puerto pequeño) probamos la ulcinjska soljanka, una sopa de pescado con aceitunas de la variedad žutica, cultivada solo en los olivares centenarios de Valdanos.
Kotor: La bahía que Venecia no quiso soltar
La Bahía de Kotor, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1979, es uno de los fiordos más meridionales de Europa. La ciudad vieja, fundada por los ilirios y fortificada por los romanos, alcanzó su apogeo bajo la República de Venecia (1420-1797). Sus murallas, con 4,5 km de perímetro y 1.355 escalones hasta la fortaleza de San Juan, desafiaron incluso a Napoleón.

Subir al amanecer (entrada 8 €) es la mejor decisión: la niebla se eleva del agua y la luz rasante ilumina la iglesia de Nuestra Señora de la Salud (1650), construida por los supervivientes de la gran peste como exvoto. Cada piedra fue transportada a mano por los propios enfermos curados.
En el Museo Marítimo (4 €) descubrimos la conexión con Ulcinj: el mismo pirata Karadoz que capturó a Cervantes operaba desde estas aguas. Los gatos, símbolo de Kotor, aparecen en estatuillas por toda la ciudad; la leyenda dice que llegaron con los barcos venecianos y salvaron los almacenes de ratas durante los asedios.

Dónde comer: Konoba Catovica Mlini, un antiguo molino del siglo XVIII a 8 km de Kotor, sirve el mejor crni rižot (arroz negro con tinta de sepia) de la bahía.
Alojamiento: El Hotel Astoria (casco antiguo) ocupa una mansión del siglo XVII con frescos originales restaurados. Alternativa más económica: Hotel Vardar (3★), en la plaza principal.
Perast: El pueblo que tuvo más palacios que vecinos
A solo 20 minutos de Kotor, Perast parece detenido en el siglo XVIII. En su época dorada, esta pequeña localidad de 400 habitantes poseía 17 palacios barrocos y 19 iglesias. Los capitanes de la flota veneciana competían en ostentación, y las fachadas de piedra de Korčula aún reflejan esa riqueza.

Frente al pueblo emergen dos islotes:
- Gospa od Škrpjela (Nuestra Señora de las Rocas): única iglesia del mundo construida sobre un arrecife artificial. Durante siglos, los marineros arrojaban piedras al regresar de cada viaje exitoso. Hoy se accede en barca (10 € ida y vuelta).
- Isla de San Jorge: monasterio benedictino del siglo XII, cerrado al público pero visible desde el muelle.

Cena con vistas: En el Conte Hotel & Restaurant, la buzara de gambas y mejillones al vino blanco de la variedad vranac local es inolvidable.
Budva: La Perla del Adriático Montenegrino
Budva, situada en el corazón de la Riviera de Budva (la costa central de Montenegro), es la capital turística del país y uno de los núcleos urbanos más antiguos del Adriático. Fundada hace 2.500 años por los ilirios como Buthoe, fue colonia griega, fortaleza romana, bastión veneciano y, finalmente, destino de lujo balcánico. Con apenas 19.000 habitantes fijos, en verano recibe hasta 700.000 visitantes, lo que la convierte en el epicentro del turismo montenegrino.

Ciudad Vieja (Stari Grad): Un laberinto veneciano en miniatura
El núcleo histórico de Budva está rodeado por murallas venecianas del siglo XV, restauradas tras el terremoto de 1979 que destruyó el 80 % de la ciudad. A diferencia de Kotor, aquí las defensas son más compactas: 600 metros de perímetro con tres puertas principales.

Qué ver dentro del casco antiguo:
- Ciudadela (Citadela): Fortaleza del siglo IX reconstruida por los venecianos. Desde su terraza (entrada 4 €) se domina la playa de Mogren y la isla de Sveti Nikola. En su interior, la Biblioteca Arqueológica alberga un mosaico romano del siglo II a.C. hallado bajo la plaza de las Iglesias.
- Iglesias gemelas de Santa María y San Juan (siglo VII y IX): La primera es la más antigua de la costa montenegrina; la segunda guarda un icono de la Virgen del siglo XII atribuido a la escuela cretense.
- Plaza de las Iglesias (Trg između crkava): Punto neurálgico con cafés bajo plátanos centenarios. En julio se celebra aquí el Festival Teatro Grad, con obras en las murallas.

Parque Nacional Durmitor: Donde los dioses jugaron a los bolos
El interior montenegrino cambia radicalmente. El Parque Nacional Durmitor, declarado Patrimonio de la Humanidad en 1980, alberga 48 picos por encima de los 2.000 m, 18 lagos glaciares y el segundo cañón más profundo del mundo: el del río Tara (1.300 m).

La leyenda local cuenta que los picos son troncos petrificados de gigantes derribados por los dioses en una partida de bolos; las “bolas” se derritieron formando los lagos. El más famoso es el Lago Negro (Crno Jezero), rodeado de pino negro y accesible mediante una ruta circular de 3,5 km (entrada al parque 5 €).
El Puente Đurđevića Tara (1940), con 365 m de longitud y 172 m de altura, fue volado por los partisanos en 1943 para frenar a los alemanes y reconstruido en 1946. Hoy es escenario de tirolina y bungee jumping.

En el valle de Škrčka pastan caballos salvajes introducidos en los años 50 para controlar la vegetación. La cascada Sokolina solo aparece en agosto, cuando el deshielo es máximo.
Alojamiento auténtico: Eco Katun Štavna, conjunto de cabañas de madera sin electricidad ni wifi, con chimenea y vistas al cañón. Experiencia de desconexión total.
Kolašin: El Corazón Verde de Montenegro

Kolašin, a 950 m sobre el nivel del mar y a 80 km al norte de Podgorica, es la puerta de entrada al Parque Nacional Biogradska Gora y el principal centro de montaña de Montenegro. Fundada en 1567 por los otomanos como fortaleza contra los rebeldes de las tribus katun, su nombre deriva de kolaš (carro de madera), por los talleres de carpintería que abastecían a las caravanas del camino a Serbia.

Hoy, con 2.800 habitantes, Kolašin es un refugio de aire puro, arquitectura de madera y gastronomía de montaña. En invierno, sus pistas de esquí atraen a esquiadores balcánicos; en verano, senderistas y ciclistas de montaña.
Podgorica: La Capital que Renació de sus Cenizas
Podgorica, capital de Montenegro desde 1946, es una ciudad de contrastes: moderna en su centro, con avenidas anchas y rascacielos de cristal, pero con un casco antiguo reducido a un puñado de calles otomanas y austrohúngaras. Con 190.000 habitantes (un tercio de la población del país), es el núcleo administrativo, económico y de transportes de Montenegro. Su nombre actual significa “bajo la colina de Gorica”, pero durante siglos se llamó Ribnica (por el río) y, bajo Yugoslavia, Titograd (1946-1992).

A diferencia de las joyas turísticas de la costa, Podgorica no presume de postales perfectas: fue bombardeada 70 veces en la Segunda Guerra Mundial y reconstruida con hormigón socialista. Sin embargo, en los últimos 15 años ha experimentado un boom inmobiliario y cultural que la convierte en una capital vibrante y sorprendentemente verde.

Consejos prácticos para Montenegro
- Mejor época: mayo-junio o septiembre-octubre (menos turistas, temperaturas agradables).
- Moneda: euro (aunque no pertenece a la UE).
- Alquiler de coche: imprescindible para Durmitor. Carreteras buenas pero sinuosas.
- Idioma: montenegrino (prácticamente serbio). El inglés funciona en zonas turísticas.
Montenegro es un país que cabe en un puñado de días pero deja huella para años. Desde la prisión de Cervantes en Ulcinj hasta los lagos glaciares del Durmitor, cada kilómetro condensa siglos de historia y paisajes que parecen pintados por un artista caprichoso. Un destino que, a pesar de su creciente popularidad, aún conserva rincones donde el tiempo avanza más despacio.
