Jerusalén – Un Viaje al Corazón Sagrado
Salimos a las 6 de Ammán hacia la frontera con Israel. Tardamos hora y media pasando por Jericó, la ciudad más antigua del mundo. Llegamos a Jerusalén, dividida en cuatro cuartos en la Ciudad Vieja: Judío, Musulmán, Armenio y Cristiano. ¿Sabías que las murallas actuales, de Solimán el Magnífico en el siglo XVI, encierran un kilómetro cuadrado de historia? La ciudad ha sido destruida 23 veces, pero siempre renace.

Empezamos en el Monte de los Olivos, con vistas panorámicas. Sagrado para judíos, cristianos y musulmanes: aquí David huyó de Absalón, y profetas como Zacarías predijeron el fin de los tiempos.

Poco conocido: tiene cuevas neolíticas y fue cementerio judío desde hace 3000 años, con 150,000 tumbas – se cree que los muertos resucitarán primero aquí.

Bajamos al Huerto de Getsemaní, donde Jesús oró antes de su arresto.

Los olivos milenarios, algunos de la era romana, produjeron aceite para el Templo. Anecdota: en 1964, análisis confirmaron que raíces datan del siglo XII, pero podrían ser retoños de los bíblicos.

Continuamos al Monte Sión, sitio de la antigua ciudad de David.

Visitamos la Iglesia de la Dormición, del siglo XX, marcando donde María «durmió eternamente». Curiosidad: construida por alemanes, su cripta tiene mosaicos zodiacales, un toque pagano en lo cristiano.

Al lado, el Cenáculo, sala de la Última Cena.

En el mismo edificio cruzado del siglo XIV, se cree está la Tumba de David – aunque historiadores dudan, es sinagoga hoy, con secciones separadas por género. Poco conocido: durante las Cruzadas, franciscanos lo custodiaban, y se dice que aquí Pedro recibió el Espíritu Santo.

Luego, la Iglesia de San Pedro en Gallicantu, del siglo XX por asuncionistas franceses, conmemora las negaciones de Pedro. Bajo ella, excavaciones revelan una prisión bizantina – quizás donde Jesús fue retenido. Un detalle: sus mosaicos muestran gallos, simbolizando el canto que marcó la traición.

Entramos en la Ciudad Vieja, el Barrio Armenio de Jerusalén, el más pequeño de los cuatro barrios de la Ciudad Vieja. Data del siglo IV, cuando los armenios comenzaron a llegar a la ciudad como peregrinos tras la adopción del cristianismo como religión nacional de Armenia.

El corazón del barrio es el Monasterio de Santiago, un recinto pacífico y amurallado que sirve como centro espiritual y administrativo de la comunidad armenia en Jerusalén. La catedral es conocida por albergar reliquias significativas para la cristiandad, incluyendo, según la tradición, la cabeza de Santiago el Mayor (Santiago, hijo de Zebedeo).

El Barrio Cristiano, con más de 40 iglesias, incluye el Cardo, calle romana reconstruida con mosaicos bizantinos – un secreto: bajo él hay túneles de la era herodiana.

El Barrio Musulmán, el mayor, bulle con mercados y la Cúpula de la Roca (para los no musulmanes estaba restringidos debido a la seguridad del lugar).

El Barrio Judío, reconstruido post-1967, tiene sinagogas como la Sinagoga Ben Ezra y el complejo de las Cuatro Sinagogas Sefardíes en Jerusalén. La Sinagoga Hurva es famosa por su historia de destrucción y reconstrucción y por su impresionante cúpula y mirador en el Barrio Judío de la Ciudad Vieja de Jerusalén

Vimos el Muro de las Lamentaciones, restos del muro de contención del Segundo Templo de Herodes (30 a.C.). Destruido por romanos en 70 d.C., es el sitio más sagrado judío.

Curiosidad: dividido por género, recibe notas con plegarias – millones al año, recolectadas y enterradas.

Comimos en un restaurante típico – similar a la comida jordana, con hummus y falafel. Seguimos la Vía Dolorosa, camino de Jesús a la cruz, con 14 estaciones.
Poco conocido: su ruta actual es medieval, pero excavaciones confirman partes romanas.

Llegamos a la Iglesia del Santo Sepulcro: El Corazón de la Resurrección, bajo una ventana, verás una escalera de madera simple, colocada allí antes de 1728 y que no se ha movido desde entonces. Se conoce como la Escalera Inamovible y es el emblema perfecto del Status Quo, un acuerdo otomano de 1853 (basado en uno de 1757) que prohíbe cualquier cambio en la iglesia sin el consenso de todas las denominaciones involucradas. Nadie sabe exactamente quién la puso allí –quizá para limpiar o reparar–, pero moverla podría desatar conflictos. Es como una cápsula del tiempo, recordándonos cómo la burocracia religiosa puede inmovilizar hasta lo más cotidiano. La iglesia ha visto peleas por cosas similares, como quién limpia qué parte, pero esta escalera permanece, testigo silencioso de siglos de tensiones.

Justo al entrar en la iglesia, te topas con la Piedra de la Unción, una losa lisa de piedra donde, dice la tradición, José de Arimatea y Nicodemo prepararon el cuerpo de Jesús con ungüentos antes de enterrarlo. No es la original –fue colocada durante la reconstrucción de 1810 tras un incendio devastador–, pero está adornada con lámparas donadas por armenios, coptos, griegos y latinos, y un mosaico en la pared que muestra la escena de la unción, flanqueada por el descenso de la cruz y el entierro. Huele a esencia de rosas, porque los peregrinos la rocían con perfumes sagrados. Detrás de ella, una pared de soporte oculta tumbas de cruzados profanadas, un recordatorio de las capas de historia enterradas. Muchos fieles se arrodillan aquí, tocándola con devoción, y es un sitio de profunda reflexión emocional.

Imagina entrar en la gran rotonda de la iglesia, bajo una cúpula imponente que se eleva como un cielo de piedra. Ahí está el Edículo (o Aedicula, en latín), esa pequeña estructura que encierra la tumba donde, según la tradición cristiana, Jesús fue enterrado y resucitó.

Construido en el siglo XIX sobre restos mucho más antiguos, el Edículo tiene dos habitaciones: una exterior con la Piedra del Ángel –un fragmento de la piedra que sellaba la tumba– y una interior con el banco de piedra caliza donde yacía el cuerpo. Este banco, tallado en la roca original, fue identificado en el siglo IV por el obispo Macario durante las excavaciones ordenadas por el emperador Constantino el Grande.

En 2016, durante una restauración, quitaron el mármol que lo cubría desde 1555 (puesto por franciscanos para evitar que los peregrinos se llevaran pedazos) y confirmaron que la tumba está intacta, con mortero datado del siglo IV. Es un lugar donde el tiempo se detiene, y sientes el peso de la fe de millones. Las iglesias ortodoxa oriental, católica romana y apostólica armenia comparten derechos sobre su interior, celebrando liturgias diarias. Una curiosidad técnica: debajo hay un pozo que parece un túnel de escape, aunque su propósito exacto es un misterio.
El Gólgota, también conocido como el Calvario o «lugar de la calavera» (por su forma o por las ejecuciones que allí se realizaban), es el sitio donde, según la tradición cristiana, Jesús fue crucificado. Este montículo rocoso estaba originalmente fuera de las murallas de la antigua Jerusalén, sirviendo como un lugar público de ejecuciones romanas para advertir a los transeúntes. Hoy, después de siglos de historia y construcciones, se encuentra dentro de la iglesia, en una capilla elevada que te transporta directamente a ese momento crucial de la Pasión.

La Iglesia del Santo Sepulcro es un mosaico de fe y rivalidad. Construida originalmente por Constantino en el 326-335 d.C. sobre un templo romano a Júpiter (erigido por Adriano en el 135 d.C. para borrar el sitio cristiano), ha sido destruida y reconstruida múltiples veces: por persas en 614, por el califa fatimí al-Hakim en 1009 (lo que ayudó a justificar las Cruzadas), por terremotos y fuegos.
En 1099, los cruzados la capturaron y enterraron a ocho de sus reyes allí, aunque sus tumbas fueron saqueadas en 1244. Una leyenda fascinante: la madre de Constantino, Santa Elena, encontró la Verdadera Cruz en una cisterna cercana (ahora la Capilla de la Invención de la Cruz), junto con las de los ladrones crucificados con Jesús. En la Capilla de Adán, bajo el Calvario, hay una grieta en la roca que la tradición atribuye al terremoto tras la crucifixión, donde la sangre de Jesús cayó sobre el cráneo de Adán, simbolizando la redención.

Otro detalle curioso: las llaves las guarda desde el siglo XII la familia musulmana Joudeh, y la puerta la abre la familia Nuseibeh desde el siglo VII, para mantener la neutralidad entre cristianos. El Status Quo ha llevado a incidentes cómicos y tensos, como peleas en 2002 entre coptos y etíopes por una silla bajo el sol, o en 2008 durante la Fiesta de la Cruz entre armenios y griegos.
Jerusalén no es solo piedras; es el pulso de la humanidad.

