En el año 1999, emprendimos un viaje improvisado pero enriquecedor por algunas de las ciudades más emblemáticas de Europa occidental. Con una semana libre, partimos desde España hacia París, continuando luego por Bélgica y los Países Bajos, antes de regresar a casa. Este itinerario, que combinó historia, arquitectura y paisajes naturales, nos permitió descubrir el encanto de estas regiones. A continuación, detallo el recorrido día a día, destacando los lugares visitados, sus características principales y algunas curiosidades históricas y culturales que enriquecen la experiencia.
Día 1: Llegada a París y Paseo Nocturno Iluminado
Nuestro viaje comenzó con un vuelo directo desde España hasta París, la capital francesa conocida por su elegancia y su rica herencia cultural. Al llegar, disfrutamos de una excursión gratuita: un paseo en autobús por la París iluminada.

Este recorrido nocturno es una de las experiencias esenciales en la ciudad. Partiendo desde el hotel, el autobús nos llevó por avenidas emblemáticas, donde los edificios históricos se iluminaban con una luz cálida que realzaba sus detalles arquitectónicos. Pasamos por la Ópera Garnier, con su fachada neobarroca; el Louvre, cuyo palacio renacentista se transforma en un espectáculo de sombras y luces; y la Torre Eiffel, que centellea cada hora con miles de bombillas. El tour culminó en la Plaza del Louvre, frente a la icónica pirámide de vidrio diseñada por I. M. Pei en 1989, un contraste moderno con el entorno clásico. Regresamos al hotel impresionados por la magia de la «Ciudad de la Luz», un apodo que data del siglo XVII cuando París fue una de las primeras en instalar alumbrado público.
Día 2: Visita Panorámica de París y Excursión a Versalles
El segundo día dedicamos la mañana a una visita panorámica guiada por el centro de París. Iniciamos en la Île de la Cité, junto a la Catedral de Notre-Dame, obra maestra del gótico francés construida entre los siglos XII y XIV. Su ubicación a orillas del Sena permite admirarla desde múltiples ángulos: las torres gemelas de 69 metros desde el Parvis Notre-Dame, las gárgolas esculpidas que sirven como desagües y simbolizan la protección contra el mal, o los arbotantes posteriores que sostienen la estructura. Curiosamente, durante su construcción se utilizaron técnicas innovadoras para la época, como los contrafuertes volantes, que permitieron mayores alturas y ventanales.

Continuamos hacia el Barrio Latino, con sus calles estrechas llenas de librerías y cafés históricos; el Panteón, mausoleo neoclásico que alberga los restos de figuras como Voltaire y Marie Curie; y los Jardines de Luxemburgo, un oasis de 25 hectáreas creado en 1612 por María de Médici, con estatuas de reinas francesas y un estanque central para barquitos de juguete. Pasamos por la Torre Eiffel, erigida en 1889 para la Exposición Universal y inicialmente criticada por su diseño de hierro; la Plaza de la Concordia, con su obelisco egipcio de 3.300 años; la Plaza de la Estrella y el Arco de Triunfo, comisionado por Napoleón en 1806; la Plaza Vendôme, joya del urbanismo clásico; y la Ópera Garnier.

Por la tarde, nos desplazamos a unos 20 kilómetros al suroeste de París para visitar Versalles. Este palacio, símbolo del absolutismo monárquico, fue transformado por Luis XIV a partir de un pabellón de caza en el siglo XVII. Recorrimos los jardines diseñados por André Le Nôtre, con fuentes y canales que cubren 800 hectáreas, y el Salón de los Espejos, una galería de 73 metros con 357 espejos que reflejaban la luz de las velas para impresionar a los visitantes. Versalles no solo representa el poder real, sino también el origen de tratados históricos, como el de 1919 que puso fin a la Primera Guerra Mundial.

Día 3: Día Libre en París – Louvre, Inválidos, Campos Elíseos y Crucero por el Sena
Con el día libre, exploramos París a nuestro ritmo. Comenzamos en el Museo del Louvre, uno de los más grandes del mundo, alojado en un palacio que fue residencia real hasta 1682. Su exterior, con la pirámide de Pei como entrada principal, es ya una atracción; en el interior, admiramos obras como la Mona Lisa y la Venus de Milo. El Louvre alberga más de 380.000 objetos, y su colección egipcia es particularmente notable por artefactos traídos durante las campañas napoleónicas.

Proseguimos hacia la Cúpula de los Inválidos, parte del Hôtel des Invalides construido por Luis XIV en 1670 para veteranos militares. Aquí reposa Napoleón Bonaparte en un sarcófago de pórfido rojo, bajo una cúpula dorada de 107 metros. Caminamos por la Avenida de los Campos Elíseos, una vía de 1,9 kilómetros flanqueada por árboles, tiendas de lujo y cafés. Su alineación axial con el Arco del Carrousel, los Jardines de las Tullerías, el Obelisco de la Concordia y el Arco de Triunfo forma un eje urbano planeado desde el siglo XVII, que se extiende hasta La Défense.

Por la tarde, embarcamos en el Puente de Iéna para un crucero por el Sena. Este río, vital para el comercio desde la época romana, ofrece vistas únicas de puentes históricos como el Pont Neuf (el más antiguo, de 1607) y monumentos ribereños. El crucero permite apreciar cómo el Sena divide París en Rive Gauche (artística) y Rive Droite (comercial).

Día 4: De París a Brujas, Gante y Bruselas
Partimos temprano hacia Bélgica. Nuestra primera parada fue Brujas, a unas tres horas en autobús, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2000 por su casco medieval preservado. Recorrimos la Plaza Burg, visitando la Basílica de la Santa Sangre: una capilla románica inferior del siglo XII y una gótica superior, conectadas por una escalera de ladrillo. Esta basílica custodia una reliquia de la Sangre de Cristo, traída de las Cruzadas. También vimos el Palacio de Justicia y la Plaza Mayor, con sus casas gremiales coloreadas. Brujas, apodada «la Venecia del Norte» por sus canales, alcanzó su apogeo en la Edad Media como centro textil.

Continuamos a Gante, a 50 kilómetros, rival histórica de Brujas. En el siglo XVI, fue la segunda ciudad más grande al norte de los Alpes tras París. Visitamos la Catedral de San Bavón, donde se exhibe «La Adoración del Cordero Místico», políptico de Jan van Eyck completado en 1432, una obra pionera en el uso del óleo. Llegamos a Bruselas al atardecer para cena y alojamiento.

Día 5: Bruselas, Rotterdam, La Haya y Ámsterdam
La mañana en Bruselas comenzó en la Grand Place, una de las plazas más bellas de Europa, rodeada de guildhalls del siglo XVII. Visitamos la Catedral de San Miguel y Santa Gúdula, gótica con vidrieras del XVI; y el Palacio de Justicia, el edificio monumental más grande de Europa en el siglo XIX, con 26.000 m². El centro histórico forma un pentágono, con una división entre ciudad baja (comercial) y alta (residencial), y un barrio europeo con instituciones como el Parlamento.

Por la tarde, nos dirigimos a Rotterdam, a unas dos horas, ciudad reconstruida tras los bombardeos de 1940 con arquitectura moderna: rascacielos como el Erasmusbrug. Breve parada en La Haya, sede del gobierno y tribunales internacionales. Finalizamos en Ámsterdam con una panorámica y un paseo en barco por canales iluminados, declarados UNESCO en 2010.
Día 6: Explorando Ámsterdam y Pueblos Pesqueros
Dedicamos la mañana a Ámsterdam, «Venecia del Norte». Iniciamos en la Plaza Dam, con el Palacio Real construido sobre 13.659 pilotes para estabilizar el suelo pantanoso. Visitamos el Mercado de Flores flotante en el Singel, junto a la Torre de la Moneda. Por la tarde, excursión a Marken y Volendam, pueblos con casas de madera y trajes tradicionales. En ruta, una granja holandesa mostró la fabricación de zuecos (klompen, usados históricamente por granjeros) y quesos como el Gouda.

Día 7: Ámsterdam a Colonia, Crucero por el Rin y Frankfurt
Salimos hacia Colonia, Alemania, para admirar su Catedral Gótica, iniciada en 1248 y completada en 1880, con torres de 157 metros. Su escala impresiona, especialmente al atardecer. Subir los 533 escalones ofrece vistas panorámicas; está frente a la estación central.

Continuamos a Boppard para un crucero por el Rin romántico, pasando la Roca de Lorelei —leyenda de una sirena que atraía marineros— y castillos medievales como Marksburg. Desembarcamos en St. Goar y llegamos a Frankfurt, ciudad de contrastes con rascacielos y el Römer reconstruido. Cena en una cervecería típica con salchichas y cerveza.

Día 8: Regreso a España desde Frankfurt
Trasladados al aeropuerto a mediodía, con el vuelo a las 18:00, tomamos el tren de cercanías de vuelta al centro. Almorzamos salchichas en la plaza principal. Regresamos en un tren con aficionados del Eintracht Frankfurt, añadiendo un toque local animado. Finalmente, volamos de regreso a España, cerrando un viaje lleno de descubrimientos.

Este itinerario de 1999 sigue siendo una ruta clásica para explorar la diversidad europea, combinando patrimonio urbano y natural. Si planeas algo similar, recomiendo verificar horarios y reservas con antelación.
✨ Reflexión Final: Lecciones del Viaje
- París de noche es más mágico que el polvo de hadas.
- El Cordero Místico de Gante merece su fama… pero el «niño meón» de Bruselas, no tanto.
- Los zuecos holandeses son incómodos, pero ideales para pisotear a los bike-lovers de Ámsterdam.
Frase para el recuerdo: «Volvimos con la maleta llena de quesos, el móvil sin memoria… y la duda de si éramos honeymooners o veteranos del matrimonio».

